El sabor de la verdad

Mai 19, 2009

Dreyer compone una obra de arte a través de primeros y primerísimos primeros planos en un glorioso blanco y negro para retratar el alma humana… y lo consigue. El ojo de la cámara, de Dreyer, penetra como nunca se ha hecho en el cine en los ojos de Juana de Arco, simbólicas ventanas,  y nos asomamos, acaso temerosos de cegarnos con la luz de la verdad o del amor a la verdad, para vislumbrar el alma no ya del personaje sino también de la persona, la valiente actriz Renée Jeanne Falconetti. Dreyer se humedece los labios con las lágrimas puras de Falconetti en un acto vampírico, místico… ¿está  Dreyer saboreando el amor, la vida, la muerte?

Tuve la ocasión de disfrutar de “La passion de Jeanne d´Arc”  en la filmoteca de Catalunya sin ninguna composición musical y la conexión que se establece es todavía más pura ya que la desnudez de las imágenes desprovistas de sonido elevan el visionado a cotas de excelsa cinefilia y te transportan ahora sí, y nunca mejor dicho, a una verdadera experiencia religiosa.

Todos los planos son de una belleza subyugante formando un todo eterno e imperecedero… Picados, contrapicados, travellings escalofriantes, sombras, luces, barridos vertiginosos, primeros y primerísimos planos, detalles y generales. Dreyer, en su afán perfeccionista, los utiliza con maestría en las distintas escenas de la cinta para despertar un sinfín de emociones al privilegiado espectador que observa con su ojo, acaso con su alma ese derroche de expresiones, impresiones, simbolismo y realismo que impregna toda la obra. Hay que verla con los ojos de un niño, despojarse del intelecto y dejarse llevar. A título personal, más de una vez, me sorprendí a mi mismo en la butaca con la boca abierta, embelesado por las imágenes y ni tan siquiera mi espíritu crítico podía luchar contra tal efecto y una vez más mi boca se abría y mis ojos eran los ojos de Jeanne.
Quisiera cerrar mi comentario con una reflexión… ¿Es “La passion de Jeanne d´Arc”   la muerte o el fin del primer plano? Si el primer plano en esta película no es un medio sino un fin y si el fin del primer plano es adentrarse en el interior de la persona/personaje para conocer su sentir… entonces creo que Dreyer “mató” deliberadamente al primer plano  y supo exprimirlo hasta su máxima expresión y transformarlo en alma y el líquido, el néctar que nos entrega, son las lágrimas de Falconetti y Dreyer sabía, más que nadie, que ese néctar era el sabor de la verdad.

Óscar Vázquez Vázquez

racsovito@hotmail.com

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