Los héroes de Star Trek han regresado y por la puerta grande. Cuando la franquicia estaba ya agotada y los seguidores (mitómanos friquis) se conformaban con revisitar añejas glorias, en un momento en que la ciencia ficción vive su mejor momento en el campo de la televisión, mientras que las producciones cinematográficas se agarran a segundas versiones de la serie b y z sin superar los originales y con resultados bastante patéticos, a alguien se le ocurrió arriesgarse a revitalizar una saga que pertenece al panteón de los clásicos, y desde una perspectiva, a más, nada mitómana.

star-trek-posterMe confieso seguidora de Star Trek, cosas de familia, crecí con la herencia treki y creo recordar que fue mi primer contacto con la ciencia ficción. Reconozco también que se produjo cierta saturación, y que las traslaciones cinematográficas de la serie no fueron nada propicias, unas propuestas demasiado anquilosadas en el dogmatismo de la serie, encorsetadas diría yo en la tradición argumental. No niego que la serie evolucionó en propuestas y estilo narrativo, pero entró en la repetición y cierto hastío. Por eso, la noticia de que se gestaba una película sobre Star Trek no levantó gran entusiasmo en mí, y la noticia de que se circunscribiría a la juventud de los iconos por antonomasia de la saga, no mejoró las expectativas, puesto que la tripulación de la Enterprise original es intocable para los trekis más dogmáticos.

No deja de sorprenderme que el apasionamiento hacia un movimiento cultural de cualquier tipo pueda crear un universo personal que alcance cotas realmente friquis, como es el caso de los seguidores más acérrimos de Star Trek, capaces algunos de elegir el puente de la Enterprise para celebrar una boda. En estas tesituras, la nueva propuesta cinematográfica no me parecía demasiado atractiva. Hasta que supe quién la dirigiría, entonces sentí curiosidad.

Una vez regresado de la Enterprise confieso que he disfrutado como hacía tiempo que no me sucedía con una película de ciencia ficción. Me gusta la desmitificación de los personajes, el juego con lo que pudo ser, la vulgaridad humana de los personajes (la paulatina vulcanización de los personajes humanos en la serie me chirría un montón), y su impulso sexual. La banda sonora es espléndida, los efectos especiales no asfixian la narración y el ritmo es constante. Resulta incluso curioso reconocer tics y el talante de los personajes clásicos en sus nuevas representaciones, eso sí, dotados de nueva energía y nueva frescura. Creo que el resultado final se halla, en definitiva, muy por encima de lo esperado. Los seguidores dogmáticos ya harán saber su opinión.

El resto que disfrute sin más.

Rosa.

El CCCB propone, hasta el 2 de noviembre, una visita al universo y la obra de J.G. Ballard, una retrospectiva cuyo encabezamiento, “J.G. Ballard: Autòpsia del nou mil·lenni”, define a la perfección lo que se va a contemplar. La densidad expositiva requiere del visitante cierto grado de atención y de una segunda visita para poder abarcar todo el volumen de información, que ofrece desde entrevistas, referencias culturales y artísticas, influencias, instalaciones, etc. Todo ello para sumergirse en la figura y la obra de un creador complejo y desconcertante.

Por mi parte, confieso que la única referencia que tenía de Ballard era la película Crash (D. Cronenberg, 1996), un film ya por sí mismo de difícil digestión, basado en una de sus obras. Sorprendente fue descubrir que otra película, en este caso El imperio del sol (Spielberg, 1987) bebe directamente de una novela autobiográfica del autor, hecho esclarecedor además, ya que ayuda a comprender la idiosincrasia intelectual y emocional de un personaje apabullante. En Ballard, pues, se cumple la premisa de que vida y obra no pueden desligarse. Recordé entonces a otra figura desasosegante del marco intelectual y artísitico: Roman Polanski, cuyo universo desasosiega a la par que fascina.

La visión que Ballard tiene del individuo y de lo que le rodea es desalentadora, no niego que no sea acertada, pero descorazona y se muestra profundamente pesimista. No obstante, puede percibirse poesía, un tanto de melancolía incluso; y en algún momento destila cierta petulancia intelectual. Lo que no puede negarse es que despierta la curiosidad hacia él y su obra.

La visita es recomendable sin duda, y para los cinéfilos será de gusto descubrir algunas de la preferencias cinematográficas del autor. Un punto en el que coincido.

Suspense y terror aderezados con una fina capa de humor y paradojas temporales. ¿Qué más puede pedir el buen aficionado a la ciencia-ficción? Pues, a ser posible un mínimo esfuerzo por plantear una historia que ponga al espectador delante de nuevos territorios y situaciones que expandan el género y no se limiten a fusilar (homenajear, para algunos) otros relatos ya consagrados. Con Los Cronocrímenes Nacho Vigalondo ha logrado estos objetivos.

Lo cierto es que la película del director cántabro queda gravada en la retina tras la sesión y perdura en la memoria durante varios días, recordando sus detalles, sus triquiñuelas de guión y sobretodo los desternillantes trompazos perpetuos del personaje interpretado por Karra Elejalde, quien por cierto, realiza un gran papel.

El guión de Los Cronocrímenes és solido y está bien construido, pero también hay que tener en cuenta que por el hecho de tratarse de una película “pequeña” tampoco resulta arduo difícil poner los cimientos de un armazón argumental tan compacto. En cuanto a su argumento también es reseñable que la historia hilvanada por Vigalondo sortea con facilidad uno de los peligros del género de los viajes en el tiempo: la repetición aburrida de acontecimientos. Sin duda, uno de los aciertos de la película es que en ningún momento consigue hacerse pesada, algo bastante habitual cuando en este tipo de películas el espectador acaba rindiéndose ante la incapacidad de seguir mínimamente la trama por su dificultad.

La mirada curiosa de este director en su primer tanteo al largometrahe resulta evidente durante todo el film, y es que se intuye sobremanera que tras la cámara muy posiblemente tuviéramos a un equipo de rodaje juguetón y que en el fondo se divirtió con su fantástico laberinto para ratones.