El passat dijous uns quants dels movie-lovers vam fer una visita a l’exposició del CCCB Màgnum 10 seqüències.  Allà vam descobrir el treball de 10 fotògrafs d’aquesta agència els quals no sols no neguen sinó que subratllen la influència que per ells ha tingut l’obra d’ algun cineasta o bé d’algun tipus de cinema. Són aquests:

Abbas / Paisà (1946) de Roberto Rossellini
Antoine D’Agata i Bruce Gilden / Cinema negre americà
Harry Gruyaert / Michelangelo Antonioni
Gueorgui Pinkhassov / Andrei Tarkovski
Gilles Peress / Repérages, d’Alain Resnais
Mark Power / Amator (1979) de Krzysztof Kieslowski
Alec Soth / En el curs del temps (Im lauf der zeit, 1976) de Wim Wenders
Donovan Wylie / Elephant (1989) d’Alan Clarke
Patrick Zachmann / El cinema de Xangai dels anys 30

A nivell personal, em va impactar molt el treball d’ Abbas (controvèrsia per saber si es tractava o no de Kiarostami) retratant la cruesa de la guerra,  Bruce Gilden i el seus personatges grotescos i excessius inspirats en el cinema negre, les fotos de teatres i cinemes oblidats de Alec Soth i la sèrie fotografies de Patrick Zachmann a les cel·les d’ una presó de Belfast (totes amb el mateix llit i la mateixa finestra, només variava l’ estampat de la cortina).

Una exposició molt recomanable que trobareu al CCCB fins el proper 7 de setembre.

Fotografia de Bruce Gilden

Suspense y terror aderezados con una fina capa de humor y paradojas temporales. ¿Qué más puede pedir el buen aficionado a la ciencia-ficción? Pues, a ser posible un mínimo esfuerzo por plantear una historia que ponga al espectador delante de nuevos territorios y situaciones que expandan el género y no se limiten a fusilar (homenajear, para algunos) otros relatos ya consagrados. Con Los Cronocrímenes Nacho Vigalondo ha logrado estos objetivos.

Lo cierto es que la película del director cántabro queda gravada en la retina tras la sesión y perdura en la memoria durante varios días, recordando sus detalles, sus triquiñuelas de guión y sobretodo los desternillantes trompazos perpetuos del personaje interpretado por Karra Elejalde, quien por cierto, realiza un gran papel.

El guión de Los Cronocrímenes és solido y está bien construido, pero también hay que tener en cuenta que por el hecho de tratarse de una película “pequeña” tampoco resulta arduo difícil poner los cimientos de un armazón argumental tan compacto. En cuanto a su argumento también es reseñable que la historia hilvanada por Vigalondo sortea con facilidad uno de los peligros del género de los viajes en el tiempo: la repetición aburrida de acontecimientos. Sin duda, uno de los aciertos de la película es que en ningún momento consigue hacerse pesada, algo bastante habitual cuando en este tipo de películas el espectador acaba rindiéndose ante la incapacidad de seguir mínimamente la trama por su dificultad.

La mirada curiosa de este director en su primer tanteo al largometrahe resulta evidente durante todo el film, y es que se intuye sobremanera que tras la cámara muy posiblemente tuviéramos a un equipo de rodaje juguetón y que en el fondo se divirtió con su fantástico laberinto para ratones.